Un triste final para un gran bastón. Era como un compañero. En aquellos tres años que anduve por el Camino de Santiago, él fue mi compañero fiel, inseparable.
Recuerdo que a la entrada de algunos albergues había un rincón para dejar los bastones; yo, en cambio, lo metía debajo de la litera ya que a más de uno se lo robaron en aquellos días.
Era de mala madera, de acacia creo recordar, y estaba torcido, pero era MI bastón. Después de andar en el camino incluso lo llegué a usar para coger pulpos.
Hace un año, con esto de la talla a cuchillo, le saqué una cara y unos adornos. Le dí una nueva imagen y comencé a usarlo en las caminatas.
Este 25 de septiembre se partió mientras caminábamos cerca de Ernio.
Pasó a la historia. Agur!
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